20 marzo 2007

Relato en el Lazarillo de Tormes

Mario W. dijo...

Hoy me quedé pensando en que el esquema de la pizarra. En el Lazarillo decía "Yo te cuento algo". ¿Eso está adentro del relato?

20 marzo, 2007 14:12


Si. La ficción literaria, según decíamos hoy, supone dento suyo otra ficción, por así decirlo. Hay una situación de comunicación supuesta, o imaginada, o proyectada, que es esta: Alguien emite (escribe o habla) algo, y alguien, a su vez, lo recibe (lee o escucha).
Es como si todo texto literario fuera precedido de una frase que dijera: "Alguien dijo o escribió: [y aquí el texto], y ahora usted lo lee o escucha".
En el Lazarillo esto se vuelve explícito, porque el personaje narra su historia a otro personaje, del que no sabemos nada o casi nada. En este caso, pues, tendríamos varios niveles:
1. En el relato, el Lazarillo dice: "voy a contarle mi historia", y lo hace. Suponemos pues que hay alguien que se la escucha (o al menos el Lazarillo cree o hace como que alguien le escucha).
2. Una voz narra el relato en el que el Lazarillo dice "esta es mi historia"; y se supone que al hacerlo proyecta o supone que habrá alguien que lo escuche o lea. Esta es la segunda dimensión ficcional a la que nos referimos en clase cuando dijimos que lo ficticio no es solo aquello que se cuenta (de hecho, no siempre tiene por qué ser ficticio), sino también -y sobre todo- la situación de contar (o de poetizar, o la dramática). [Nótese, de paso, que podemos pensar que la existencia de esta segunda dimensión está sugerida discretamente en el propio ejemplo del Lazarillo, pues dado que él parece ser analfabeto, él mismo no podría ser el narrador que pone por escrito su historia).
3. Recién en un tercer nivel, pues, podríamos hablar del "autor" (ese que desconocemos y solemos ubicar pues como "Anónimo"), y del lector (cada uno de nosotros cuando lee el texto).El autor, al hacer literatura, no solo escribió un relato: además de eso, puso en marcha un dispositivio ficcional de comunicación, una escena virtual en cuyo interior se ubica el propio relato. Es a eso a lo que se refería el esquema del pizarrón.

Queda abierto...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Se daría una cuádruple relación donde hay dos sujetos anónimos (uno,
real, el autor; y el otro ficcional, el destinatario del relato de
Lazarillo) y dos sujetos reales (uno, anónimo, el autor verdadero y otro
con nombre y apellido que puedo ser yo o cualquier lector de la obra)
Estoy en lo correcto?

Emilio Irigoyen dijo...

¿Qué opinan?

Anónimo dijo...

No veo la "cuádruple relación" ni en esta ni en ninguna otra obra o texto literario. En todos los casos, se pueden dar distintos "niveles de texto" e incluso distintos "diálogos" o niveles de diálogo en que incluso un personaje, o el narrador, o el autor se dirijan al lector en forma directa, pero en todo caso, y en todos los casos, esto pertenece al juego de cajas chinas de la ficción literaria, así en Borges como en Joyce, en Onetti como en Dostoievsky como en Cervantes. El pecado irresistible y nada original empieza cuando queremos adivinar el rastro del autor, en el personaje, o identificar uno en el otro.

"Por lo menos así lo ve uno... que no soy yo..."

Lalo.-

Anónimo dijo...

Sobre las dudas de Carlos Gutiérrez: la relación que para él es cuádruple nos parece más sencilla. Se definiría en un primer nivel, entre narratario y lector implícito, y en un segundo nivel entre autor anónimo y receptor-lector con identidad concreta, que también puede ser visto como vos decís, como un personaje ficticio. Es decir, ante la creación literaria, hay un desdoblamiento del autor y del lector.

Emilio Irigoyen dijo...

Ante todo, sugiero que suspendamos esta discusión hasta ver la bolilla Autor Texto Lector, pues allí se provee una marco conceptual básico que todos compartiremos, a fin de poder discutir más coordinadamente. Pueden ir consultando los apuntes, que ya están en la carpeta y en el sitio web.
De todos modos, ya que ha levantado tanta polvareda, repito y resumo lo que quise ir adelantándoles:

1. En algunos relatos es claro que existe un narrador. Ello es obvio en aquellos relatos narrados en primera persona. Pero en realidad, todo relato, aunque parezca narrado impersonalmente, supone un punto de vista narrativo y otros aspectos que configuran lo que podemos llamar el dispositivo narrante, o la función narrante, o de otro modo. Aunque parezca que nadie narra, las cosas están narradas de una manera determinada, y no de otra, lo cual nos permite diseñar cierta figura, o mejor dicho, atribuir ciertas características al dispositivo narrante. A su vez, en algunos relatos (como en el Lazarillo), hay un "tú" o "usted" explícito al que se dirige el relato. Eso se llama narratario. Pero aunque no exista un narratario explícito, siempre puede dibujarse una cierta figura de narratario (un soneto, por ejemplo, se dirige a un receptor implícito que conoce la forma soneto, por ejemplo, y que reconoce y es capaz de disfrutar de la métrica, la rima, etc.).
Esto lo veremos nuevamente en la bolilla Autor Texto Lector.
2. Pero además, toda esa escena de narrado/narración/narratario (o para decirlo de manera más general: emisor implícito / texto / receptor implícito), no es la única escena. En la medida que estamos ante un texto literario, una ficción, se establece una suerte de contrato de lectura en la que aceptamos que alguien, una persona real (Onetti, p. ej.), se está dirigiendo a nosotros, pero no directamente. No es Onetti que nos habla como si conversara con nosotros o nos enviara una carta. En una charla Onetti nos dice lo que piensa o siente. En El pozo o La vida breve también, pero de otro modo; un modo más indirecto, por así decirlo, sujeto a una mediación adicional: las convenciones de la literatura, una de las cuales es que el que lee sabe que lo que un perosnaje dice en el texto, así ese personaje se llame Onetti, no es Onetti (el autor Onetti), sino “Onetti” (el personaje Onetti). Y cuando leemos literatura, nosotros tampoco somos nosotros. Hitchkock decía que en el cine uno adora a personajes que en la vida real le resultarían insoportables. El lector de literatura acepta y disfruta cosas que en cualquier otra situación (en una conversación, o leyendo el diario), rechazaría y quizás hasta le indignarían. Es decir: mi yo-lector, cuando se trata de literatura, no es exactamente yo; así como Onetti-escritor, al escribir literatura, no es exactamente el mismo Onetti que toma whisky, paga las cuentas o escribe una carta.
A eso me refería al intentar describir la situación ficticia de comunicación que instala la literatura, como dice Culler.
Propongo que la dejemos por acá y la sigamos después de ver la bolilla Autor Texto Lector.